Saturday, April 29, 2006

LA DIFICIL TAREA DE HACER OPOSICIÓN

Hace poco leí no sé donde que las elecciones no las gana el partido que está en la oposición sino que las pierde el partido que está en el gobierno. Probablemente, esta afirmación es cierta porque el partido que gobierna tiene a su disposición una serie de instrumentos y recursos públicos que, bien administrados, son la garantía de una reelección segura.

Por su parte, la tarea de oposición política, que es fundamental en un régimen parlamentario y democrático para controlar la acción del gobierno de turno, no resulta nada fácil por diferentes razones que van desde el elemento humano que realiza dicha tarea de oposición (muchas veces condicionado por su mala asimilación de una derrota previa electoral con todos los efectos colaterales que se derivan de ello: pérdida de status, coche oficial, etc.) hasta la pérdida de los contactos, informaciones e influencias convenientes que brotan “espontáneamente” cuando se está en el gobierno, pasando por un necesario cambio en el tono del discurso que resulta menos atractivo al tener que realizarse en unos términos mas destructivos, y, por tanto, menos agradable a los oídos de los ciudadanos.

Es, a esta última cuestión, a la que me quería referir ahora, porque yo muchas veces he dudado de que sea necesario hacer oposición política en unos términos necesariamente “apocalípticos” o tremendamente negativos. Bien es cierto que, por ejemplo, cuando Aznar estaba en la oposición su discurso duro en contra del Gobierno de Felipe González a causa del asunto del GAL fue verdaderamente eficaz para ganar las elecciones. Sin embargo, en estos momentos, una vez asentada la alternancia política, quizás, el discurso de la oposición debería resultar más constructivo sin dejar de ser duro y firme a la vez.

En ese sentido, y voy ahora a los ejemplos, me parece que hay ahora sobre la mesa tres cuestiones claves sobre las cuales se podría hacer una labor de oposición dura a la acción del gobierno, pero reforzándola con unas propuestas atractivas en positivo que sirvan de contrapunto a esa acción de gobierno.

La primera sería el tema de la educación, ahí el cheque escolar debe ser el eje de giro de cualquier campaña de la oposición a la política educativa del gobierno. Simplemente, con un apoyo más decidido por esta fórmula, explicando bien su contenido y efectos, la tarea de oposición al modelo educativo resultaría mucho más eficaz.

La segunda sería el tema del modelo familiar, ahí unas propuestas para apoyar a las mujeres que se queden embarazadas para que puedan dar a luz o unas propuestas audaces (el teletrabajo tendría mucho decir) destinadas a favorecer la conciliación de la vida familiar con la vida profesional, sobre la base del estímulo más que de la imposición a los empresarios, servirían para oponerse a los actuales patrones familiares con mayores simpatías por parte de los ciudadanos.

La última cuestión sería el tema del modelo de Estado, ahí unas propuestas constructivas de puesta a punto del actual modelo constitucional en la materia junto con unas iniciativas de reforma que reforzasen el papel de los ciudadanos a la hora de decidir si la acción de sus representantes políticos se corresponden con los verdaderos deseos de aquéllos, impregnaría a la oposición de una mayor dosis de credibilidad que podría tener unos excelentes efectos de generar una ilusión colectiva de cara al futuro.

Tuesday, April 25, 2006

AGRUPACIÓN DE ELECTORES

Leo el último artículo que ha escrito Francisco Rubiales en su fantástica página web (www.votoenblanco.com) sobre las razones para votar en blanco. Como todos sus artículos, me parece que tiene un gran interés no sólo por lo que dice sino por cómo lo dice, con ese estilo suyo claro y certero a la par que equilibrado.

Coincido en casi todos los argumentos que expone para votar en claro, que añado a los que yo expuse en mi artículo anterior. Sin embargo, después de haber estándole vueltas todo el fin de semana al tema del voto en blanco, reconozco que aunque el voto en blanco me provoca muchas simpatías como instrumento de castigo hacia la partitocracia que nos invade, en mi fuero interno me suscita más ilusión defender algo en positivo que defender algo en negativo. Me explicaré.

Desde luego el voto en blanco sirve a los fines que Francisco Rubiales señala, es decir, es una manera de rechazar la democracia secuestrada a la que nos han conducido los políticos profesionales (de todos los partidos), que es una democracia que es poco democrática. Pero, esta forma de expresión democrática me resulta poco constructiva en el sentido de que no aporta soluciones, quizás, porque no existen representantes legítimamente elegidos de esta expresión democrática, e, incluso, si fueran elegidos, su acción política lógica tendría que ser la de dejar los escaños vacíos, con lo que su voz seguiría estando apagada.

Por eso, a mi se me ocurre una forma más constructiva de combatir la partitocracia, precisamente, utilizando uno de los pocos instrumentos que el sistema actual permite al margen de los partidos políticos. Es decir, combatir el sistema actual desde dentro del sistema, a través de una "Agrupación de Electores" figura que prevé la Ley Orgánica del Régimen Electoral General para concurrir a las elecciones junto a los partidos políticos. Este instrumentos, a mi juicio, sirve a los mismos fines que buscan los votos en blanco pero con la ventaja de que se podría proponer al electorado un programa completo de propuestas de reforma de nuestra Constitución, con el objetivo de introducir en ella más elementos de democracia participativa.

A tales efectos, creo que su actuación debería tener, no obstante, dos limitaciones: una, temporal, pues creo que esta agrupación debería desaparecer una vez que sus objetivos se cumpliesen, ya que, a mi juicio, son los partidos políticos los instrumentos fundamentales de participación política, tal y como dice la Constitución; y, otra, institucional, pues creo que su ámbito de actuación debería reducirse a los órganos legislativos, que son los que aprueban las leyes.

En definitiva, una respuesta ciudadana constructiva para regenerar nuestra democracia. Con muchas dosis de utopía, pero, por qué no, posible y sobre todo necesaria.

No obstante, siempre nos quedará el derecho de petición para pedir lo mismo.....

Wednesday, April 19, 2006

EL VOTO EN BLANCO

Creo que han sido muy pocas veces las que he votado en blanco. Supongo que, como la mayoría de las personas, pensaba que era un voto que no era muy eficaz para demostrar a los gobernantes políticos el rechazo hacia la democracia partitocrática (y burocrática) que ellos se habían encargado de implantar y extender, y con la "complicidad por omisión" de una sociedad civil completamente invertebrada y cada vez más "pasota". O, quizás, porque aún era muy joven para "visualizar" el hecho de que las élites de los partidos políticos estaban provocando esa situación de "democracia secuestrada" que hoy en día está llegando a su máximo apogeo.

Los medios de comunicación, por su parte y ya no sé si consciente o inconscientemente, se han encargado de propiciar la "partitocratización" de la democracia mediante la amplificación de la función de los partidos políticos como instrumentos fundamentales de participación política, bien a través de la exaltación de la figura del líder de cada partido o bien mediante el enfoque informativo de las elecciones como si de partidos de fútbol se trataran (como ya he dicho alguna otra vez) en el que hay un equipo (partido A) ganador y un equipo (partido B) perdedor, estimulando, en consecuencia, la necesaria adscripción de los electores en uno u otro bando.

Todo lo anterior, unido a la teoría del mal menor, ha acabado por conformar un sistema en el que ganan unos pocos y pierden muchos, puesto que basta con estar bien situado en la oligarquía del partido para que en aplicación de la "Ley de hierro" de Michels sus componentes puedan mantenerse en el poder durante muchos años, bien en los órganos de carácter legislativo (en sus múltiples expresiones: cortes generales, parlamentos autonómicos, parlamento europeo, etc.) o bien en los órganos de carácter ejecutivo (también en sus múltiples expresiones, cada vez más y más hipertrofiadas), provocando un efecto perverso de falta de renovación de personas y, en consecuencia, de ideas, absolutamente necesaria para la necesaria regeneración de cualquier sistema democrático que se precie, puesto que la temporalidad en el poder ayuda a que los políticos no pierdan de vista que su "status" tiene un carácter instrumental al servicio de su función representativa.

Pues bien, ha llegado el momento de invertir eso mediante la posibilidad de contemplar al voto en blanco como una forma mediante la cual los ciudadanos "no sigan el juego" de los políticos, que, aunque hoy por hoy aún no resulte una fórmula electoral muy extendida, sí que puede acabar resultando una de las pocas medidas de presión de las que dispone la sociedad civil hacia las formaciones políticas para que éstas vayan propiciando los oportunos cambios en las reglas del juego del régimen democrático que tenemos, empezando por su propio funcionamiento interno, y así puedan presentarse como verdaderos instrumentos fundamentales de la participación política tal y como se establece en nuestra Constitución.

Sunday, April 16, 2006

FOROS CÍVICOS DE PENSAMIENTO DEMOCRÁTICO

Después de varias semanas escribiendo este blog, de algunos libros y artículos ciertamente interesantes que he estado leyendo últimamente sobre democracia (recomiendo altamente la lectura del libro "Ciudadanos sin democracia" de RUBIO CARRACEDO, en el que se contienen varios ensayos sobre ciudadanía, ética y democracia), y después de los agudos comentarios realizados por las personas que han leído este humilde blog, uno llega a la conclusión de que la principal causa de los males que aquejan nuestra democracia radica en la falta de formación cívico-democrática de los ciudadanos en general.

Voy a poner un ejemplo: el otro día hablando con un matrimonio catalán amigo mío, salió el inevitable tema de la situación política catalana, cuando empezamos a comentar la acción política de los partidos que conforman el tripartito en el gobierno catalán. La opinión de mis amigos, siempre en términos mesurados y -creo- representativa del sentir mayoritario de los catalanes, comenzó circunscrita al terreno partidista, es decir, al único terreno en el que hoy por hoy (con la democracia que tenemos) se articula la participación política. En ese terreno, me dí cuenta que sus opiniones no eran coincidentes con las mías, seguramente porque tenemos diferentes fuentes de formación de nuestra opinión política, lo que unido a un bajo nivel de sentido crítico de la información política que nos llega a través de los medios de comunicación (muy influidos por esa visión partitocrática de la política a modo de una gran liga de fútbol, en la que cada partido actúa como un equipo cuyo único fin es ganar y en la que los militantes vienen a ser sus hinchadas acérrimas), nos conducía irremediable a la discrepancia.

Sin embargo, cuando derivé la conversación hacia un terreno distinto, el de la acción política concreta de los políticos en general, nuestras opiniones eran absolutamente coincidentes: falta de ética de muchos políticos, escaso nivel de participación ciudadana en los asuntos públicos, ausencia de políticos preparados y con altura de miras, etc.. Es decir, coincidencia en el sentido de la democracia, pero discrepancia en las formas como ésta se presenta. ¿Qué quiere decir ésto?

A mi juicio, y como antes he avanzado, se trata de una cuestión de falta de formación cívico-democrática, los ciudadanos no han sido formados para tener una conciencia crítica del ejercicio de la democracia. Asumen ésta en la forma en que viene siendo realizada, sin plantearse que existen otras formas posibles de ser realizada, abandonan la suerte de la "cosa pública" a los políticos y creen que con votar cada cuatro años ya cumplen con su deber democrático. Esta forma anodina de entender la democracia sólo beneficia a los malos políticos, a aquéllos que han hecho de la política su "modus vivendi", en definitiva, a los que apelan a ideas y sentimientos nobles en beneficio propio.

¿Alguien se anima a montar algún foro cívico de pensamiento democrático para favorecer nuestra formación política y la de nuestros conciudadanos?

Saturday, April 08, 2006

DEMOCRACIA DIGITAL Y DERECHO DE PETICION

Una de las ventajas que tendrá la implantación del eDNI, o DNI electrónico, será la posibilidad de acreditar nuestra identidad mediante dicho documento sin necesidad de tener que firmar por escrito la solicitud, contrato, etc. que queramos realizar.

Esto, que actualmente ya se puede realizar en ciertos ámbitos de actuación ante la Administración (sobre la tributaria) mediante la firma digital reconocida, puede ser una auténtica revolución en lo que se refiere al ejercio de la democracia (digital) por parte de los ciudadanos por cuanto éstos podrán ejercer sus derechos mediante este sistema, sin necesidad de desplazarse de su domicilio, con las ventajas que de ello se derivan en especial las relativas a la mayor agilidad y menor coste de los procedimientos tanto de carácter electoral como en los basados en el derecho de petición.

Es a este último derecho al que me quiero referir ahora por cuanto su ejercicio, regulado en la Ley Orgánica 4/2001, de 12 de noviembre, reguladora del Derecho de Petición, no es muy utilizado por los ciudadanos, cuya movilización para cualquier tipo de demanda social o iniciativa popular es complicada por muchas razones, pero, en particular, y hay que decirlo así de claro, por la incomodidad que les supone a muchos ciudadanos el desplazamiento hacia los lugares donde se recogen las firmas "tradicionales".

Sin embargo, la utilización de la firma digital de una manera masiva por los ciudadanos, con la comodidad que ello supone, podría suponer, por ejemplo, que muchas de las campañas auspiciadas por asociaciones procedentes de la sociedad civil, como Hazte Oir, podrían incrementar aún más su nivel de "presión" ante los poderes públicos, que se verían no sólo "obligados a contestar y a notificar la contestación en el plazo máximo de tres meses" (art. 11 de la L.O. 4/2001), sino también a una suerte de protección jurisdiccional tal y como se recoge en dicha Ley.

Finalmente, desde el punto de vista del poder político, el eDNI tiene que servir para que los responsables del poder ejecutivo, no sólo nacional sino sobre todo municipal y autonómico, incentiven la participación ciudadana en la decisión de los asuntos públicos, es decir, de sus asuntos. Ya no nos valdrán las manidas excusas (del tipo qué complicado y caro es montar un referéndum) para que no nos consulten muchas asuntos sobre los que los ciudadanos queremos opinar, la democracia no puede verse reducida a votar cada cuatro años y dar un cheque en blanco a los políticos para que luego hagan lo que les de la gana.

Tuesday, April 04, 2006

NUESTRO SISTEMA ELECTORAL

Una de las ventajas de los sistemas electorales mayoritarios, a diferencia de los sistemas proporcionales (caso español), radica en la mayor proximidad que existe entre los electores y sus representantes políticos. El hecho de que haya tantas circunscripciones electorales (las constituencies británicas, por ejemplo) como diputados determina una mayor nivel de compromiso de los parlamentarios hacia sus representados, pues, al ser elegidos directamente por éstos, el cumplimiento de sus promesas electorales resulta mucho más exigible al quedar mucho más "personalizada" la representación política. Así, no basta con que el diputado se presente bajo el "paraguas" de un partido político, sino que además debe dar cuenta personalmente de su acción parlamentaria ante sus electores, para lo cual incluso se prevén unos "días de visita" en los que el representante de la circunscripción recibe a los electores de esa circunscripción.

Evidentemente, este sistema choca con nuestro sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, en el que el ciudadano no puede "personalizar" su votación eligiendo, dentro de los que han sido previamente elegidos a su vez por las cúpulas directivas de los partidos (seguramente, sin mucha democracia interna), a aquellos candidatos que les merecen una mayor confianza respecto a la acción política que van a desplegar, ya que este sistema "promueve" la elección de determinados diputados con una baja aceptación social pero con otros méritos no siempre muy bien conocidos por los electores. Por otra parte, el hecho de que las circunscripciones electorales no sean uninominales incrementa la ausencia de un vínculo real entre los electos con la voluntad de los representados de la circuscripción por la cual han sido elegidos.

Otra de las ventajas de los sistemas electorales mayoritarios es, a mi juicio, la pequeña incidencia de la proporcionalidad a la hora de atribuir los escaños. Esto, dicho así podría resultar muy cuestionable desde el punto de vista democrático, sin embargo, en la práctica provoca un efecto beneficioso en tanto en cuanto los partidos minoritarios no tienen más poder del que les otorga el electorado (por supuesto, simplificando las cosas). Me explicaré. Aquí en España, la teórica mayor democracia que se desprende de un sistema electoral proporcional, en la práctica, resulta falsa, pues partidos con una base electoral escasa luego tienen mucho poder a nivel institucional porque, gracias a los pactos post-electorales, el partido que necesita de su concurso para gobernar hace unas grandes concesiones a estos partidos minoritarios para lograr el poder.

Conclusión: el partido más votado no gobierna, a pesar de que así lo hayan querido los electores, y los partidos minoritarios gobiernan en un gobierno de coalición, más de lo que debieran, a partir de unos pactos post-electorales, dando así lugar a una imagen de "chalaneo" rechazada por la ciudadanía, máxime si nos encontramos ante unas coaliciones post-electorales y no pre-electorales, que, de haber sido anunciadas con anterioridad a las elecciones, probablemente habrían dado lugar a una movilización ciudadana en las urnas completamente distinta.

Por eso, creo que hay que abogar por un sistema electoral completamente distinto en el que exista una mayor dosis de elementos de elección directa de los representantes políticos, que bien se puede hacer cohonestar con los criterios de representación proporcional, tal y como existe en muchos países (y no todos ellos con una gran tradición democrática).