LA DIFICIL TAREA DE HACER OPOSICIÓN
Hace poco leí no sé donde que las elecciones no las gana el partido que está en la oposición sino que las pierde el partido que está en el gobierno. Probablemente, esta afirmación es cierta porque el partido que gobierna tiene a su disposición una serie de instrumentos y recursos públicos que, bien administrados, son la garantía de una reelección segura.
Por su parte, la tarea de oposición política, que es fundamental en un régimen parlamentario y democrático para controlar la acción del gobierno de turno, no resulta nada fácil por diferentes razones que van desde el elemento humano que realiza dicha tarea de oposición (muchas veces condicionado por su mala asimilación de una derrota previa electoral con todos los efectos colaterales que se derivan de ello: pérdida de status, coche oficial, etc.) hasta la pérdida de los contactos, informaciones e influencias convenientes que brotan “espontáneamente” cuando se está en el gobierno, pasando por un necesario cambio en el tono del discurso que resulta menos atractivo al tener que realizarse en unos términos mas destructivos, y, por tanto, menos agradable a los oídos de los ciudadanos.
Es, a esta última cuestión, a la que me quería referir ahora, porque yo muchas veces he dudado de que sea necesario hacer oposición política en unos términos necesariamente “apocalípticos” o tremendamente negativos. Bien es cierto que, por ejemplo, cuando Aznar estaba en la oposición su discurso duro en contra del Gobierno de Felipe González a causa del asunto del GAL fue verdaderamente eficaz para ganar las elecciones. Sin embargo, en estos momentos, una vez asentada la alternancia política, quizás, el discurso de la oposición debería resultar más constructivo sin dejar de ser duro y firme a la vez.
En ese sentido, y voy ahora a los ejemplos, me parece que hay ahora sobre la mesa tres cuestiones claves sobre las cuales se podría hacer una labor de oposición dura a la acción del gobierno, pero reforzándola con unas propuestas atractivas en positivo que sirvan de contrapunto a esa acción de gobierno.
La primera sería el tema de la educación, ahí el cheque escolar debe ser el eje de giro de cualquier campaña de la oposición a la política educativa del gobierno. Simplemente, con un apoyo más decidido por esta fórmula, explicando bien su contenido y efectos, la tarea de oposición al modelo educativo resultaría mucho más eficaz.
La segunda sería el tema del modelo familiar, ahí unas propuestas para apoyar a las mujeres que se queden embarazadas para que puedan dar a luz o unas propuestas audaces (el teletrabajo tendría mucho decir) destinadas a favorecer la conciliación de la vida familiar con la vida profesional, sobre la base del estímulo más que de la imposición a los empresarios, servirían para oponerse a los actuales patrones familiares con mayores simpatías por parte de los ciudadanos.
La última cuestión sería el tema del modelo de Estado, ahí unas propuestas constructivas de puesta a punto del actual modelo constitucional en la materia junto con unas iniciativas de reforma que reforzasen el papel de los ciudadanos a la hora de decidir si la acción de sus representantes políticos se corresponden con los verdaderos deseos de aquéllos, impregnaría a la oposición de una mayor dosis de credibilidad que podría tener unos excelentes efectos de generar una ilusión colectiva de cara al futuro.