LA LIMITACIÓN TEMPORAL DE LOS CARGOS ELECTOS
Muchas de las disfunciones de los regímenes democráticos actuales (y, por supuesto, de los no democráticos) derivan de la ausencia en los textos constitucionales de alguna previsión que impida a los representantes políticos su presencia indefinida en las mismas instituciones para las que han sido elegidos.
Frente a esta premisa, habrá muchos quienes defiendan el derecho de los representantes parlamentarios a permanecer en su escaño durante muchos años, si así lo quieren los ciudadanos mediante su voto. Evidentemente, en mi opinión, defender esto significa desconocer la mecánica de los partidos políticos, mediante la cual la presencia de determinados políticos en las listas electorales no resulta fruto de su valía personal y profesional, sino más bien de su adhesión inquebrantable a las personas que en cada momento dirigen al partido político. Esto, que ya fue definifido como la Ley de Hierro de los partidos políticos, tiene mucho que ver con el sistema electoral actual español en el que las listas cerradas y bloqueadas impiden a los ciudadanos elegir, dentro de cada partido político, a los miembros de éstos que mejor creen que van a representarles en los órganos de decisión política.
Actualmente, no hay nada más que ver quiénes son los que conforman el Parlamento español para darse cuenta de la condición "profesionalizada" de muchos de ellos, que han hecho de la política su modus vivendi. Esto, a mi juicio, resulta altamente negativo para el funcionamiento regular de las instituciones por cuanto, después de varios años sin haber hecho otra cosa, su perspectiva de las cosas se aleja claramente de los problemas de los ciudadanos a los que deben representar. Es más, el hecho de el parlamentario, tenga un trabajo o profesión al margen de la política (y no sólo de una titulación) les otorga, en mi opinión, de unas mejores aptitudes para ejercer la función política en tanto en cuenta les estimula menos para hacer de la política su modus vivendi, y, por tanto, para caer en las oscuras prácticas de la vida partidista para hacerse con un hueco en las listas electorales.
Por eso, este desideratum debe ser objeto de las adecuadas reformas constitucionales para ponerla en práctica, como ocurre en los EE.UU. respecto a la imposibilidad de que su Presidente sea reelegido más de una vez.
Finalmente, esa posible reforma constitucional traería como efecto beneficioso colateral un cambio de mentalidad de nuestros políticos, hacia una renovación generacional de cargos electorales y de higiene democrática al impedir el abuso de las corruptelas propias de los regímenes en los que las mismas personas se perpetúan en el poder durante muchos años.
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